Lo pongo con interrogantes por que la verdad es que era de esperar. Si siempre somos los mismos los que pagamos los efectos de la crisis no se porque iba eso a cambiar ahora pero esperaba un poco más de consideración ( ¿ o debería decir disimulo?).
Cuando empezó la crisis se inyectaron ingentes cantidades de dinero para evitar la quiebra del sistema financiero. Parecía que el rescate era necesario para evitar males mayores pero también parecía que los gobiernos habían aprendido que el mercado de inteligente poco y que el sector financiero debería ser regulado de forma que no volvieran a pasar este tipo de cosas de nuevo.
El papel de las famosas agencias de calificación, como de los organismos encargados de supervisar, había sido más que penoso. Paul Krugman nos recuerda hoy en un artículo de El País que de los valores respaldados por hipotecas subprime con calificación triple A (máxima solvencia) el ¡93%! se ha rebajado a la categoría de basura.
Pue bien ahora todos aquellos que nos metieron en este lío nos valoran y nos dicen lo que hemos de hacer. Standar & Poor´s dicen que no somos tan buenos y aunque su credibilidad debería estar por los suelos causan terremotos bursátiles y movimientos especulativos.
Y claro las agencias y los organismos nos dicen que debemos hacer planes de ajuste que siempre acaban en lo mismo: abaratar el despido, bajar o congelar los sueldos y bajar los impuestos ( siempre que oigo esto me lo traduzco como que no va conmigo y se refiere a grandes empresas y fortunas, no se por qué).
¿No podrían pensar otras cosas? Por ejemplo: subir los impuestos precisamente a los grupos que antes comentaba incluyendo tasas que gravaran los movimientos y ganancias finacieros; aumentar la productividad no bajando los salarios sino disminuyendo los márgenes de beneficio; hacer que las inversiones vayan a los sectores productivos y no a los especulativos; mayores regulaciones que eviten fenómenos como el valenciano donde el ladrillo era casi el único tejido industrial....
Con todo ello al menos tendría la sensación de que no siempre pagamos los platos rotos los mismos.
Forges en El País de hoy lo expresa mucho mejor que yo.
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